Humanidades
DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL
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Lejos de mí la temeraria idea de erigirme en dómine o magister. Profesor de banquillo fui tan solo. Pero tuve, yo sí, buenos maestros. No pongo aquí sus nombres, porque si los pusiera brillarían en modo tan intenso que mis cuatro lectores tendrían que cerrar los ojos para evitar perder la vista, y no podrían ya seguir leyendo. ¿Qué me enseñaron esas mujeres y esos hombres cuya bondad provenía de su saber, cuyo mayor saber era la bondad? Me enseñaron filosofía, literatura, historia, arte... Me enseñaron humanidades, y con eso me enseñaron a vivir. También me enseñaron a soñar en un mundo donde reinaran la justicia, la verdad, el bien; un mundo en el cual el hombre fuera humano. Tal es el fin último de las humanidades. Al decir esto no caigo en la supina necedad que sería restar importancia a las matemáticas, la física y la química, la biología y demás ciencias. En ellas está fincada nuestra realidad, tanto que los científicos han sido capaces de crear una inteligencia artificial que parece va en camino de suplir a la más modesta y limitada inteligencia natural, ésa que ha dado La Ilíada y La Odisea, el Partenón, la Divina Comedia, la catedral de Chartres, El Quijote, las tragedias de Shakespeare, la música de Mozart, el Moisés de Miguel Ángel, Las Meninas de Velázquez, y así hasta llegar a los sonetos de Borges. Me cortaría yo -perdón por la inurbana sugerencia- lo más natural si cualquiera de esas obras pudiera hacerla esa inteligencia artificial que tan gran carga de ciencia lleva en sí. No dudo que el futuro guarde sorpresas insondables, como las que el presente nuestro guardaba para nuestros antepasados. Me imagino a mi abuelo don Mariano, que al igual que el de López Velarde contaba las cosechas con su pluma de ganso, pasmándose ante una de las modernas computadoras que hacen en una fracción de segundo lo que un profesor de matemáticas tardaba horas, o quizá días, en hacer. Todo lo dicho viene a cuento porque en los programas escolares de hoy las humanidades van quedando arrinconadas, como la muñeca fea de Cri Cri. ¿Se enseñan ahora las etimologías griegas y latinas? ¿Se enseña la historia de la Edad Media al modo como se enseñaba en los textos de Malet? ¿Se enseña a los alumnos a apreciar la armonía y belleza que residen en la basílica de Santa Sofía, el Taj Mahal o la pirámide de Chichén Itzá? Mucho me temo que los niños y jóvenes actuales están en este mundo sin estar en él. La sinrazón de que alguien como Trump haya llegado a la Presidencia de Estados Unidos, y esté en vías de llegar a ella por segunda vez, es muestra de la falta de humanidad -de humanidades- de muchos electores norteamericanos. Permítanme ustedes una arriesgada hipérbole: si todos los mexicanos hubieran leído El Quijote, el cacique de Morena no estaría en el Palacio Nacional. Y es que nuestro pueblo no es bueno y sabio, como dice AMLO. Es regular, como todos los del planeta, e iletrado, igual que muchos del planeta. Bien sé que numerosos letrados y letradas le dieron su voto, pero los que no cobran sueldo del gobierno o no necesitan estar bienquistos con él se arrepintieron de su yerro, y lo han lamentado en forma pública. Debemos volver a las humanidades para que nadie trate de deshumanizarnos... Me pregunto si un par de cuentecillos bastarán para aligerar el peso de la anterior, gravosa perorata... El hijo del sultán le preguntó: "Papá: si esta noche no vas a usar tu harén ¿me lo prestas?"... "¡Qué vergüenza! Supe que permitiste que el dueño de tu departamento te besara para pagarle dos meses de alquiler que le debías del año pasado". "Sí. Y anoche le permití otra cosa. Ya está pagado todo este año"... FIN.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.
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