OPINIÓN

Hermano oso

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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¿Cómo se explica que un día te quedes sin comer y que ese forzado ayuno te alegre? Yo lo puedo explicar. Sucede que fuimos en familia a nuestra cabaña en el bosque. Llevábamos lo necesario para hacernos unas sabrosas hamburguesas: el pan, la carne, la cebolla, los tomates, los pepinillos, los aguacates, todo. Dejamos esas vituallas, más las botanas, dulces para el postre y un pequeño pastel para la merienda de la tarde sobre la mesa de la terraza, al aire libre, donde solemos acomodarnos para ver el espléndido paisaje de los pinos, el valle abajo y el profundo azul del cielo sobre la montaña. Entramos a la casa a traer lo necesario para preparar el agasajo. Regresamos a la terraza, y otra vez volvimos a entrar en la cabaña con pasos más que presurosos. He aquí que una osa y sus dos oseznos se estaban dando un banquetazo con nuestra comida. Cerramos la puerta y apiñados todos en la ventana vimos, más divertidos que enojados, desaparecer nuestra comida. Sucede que en estos bosques el oso negro de Coahuila había desaparecido ya. Cazadores locales y venidos de otras tierras se habían ensañado con el hermoso animal y prácticamente habían acabado ya con él. Se impuso una rigurosa veda y se tomaron enérgicas medidas para hacerla respetar. Y he aquí que en cosa de dos décadas la especie se regeneró, y ahora esa criatura del bosque prolifera en tal modo que incluso hay señales en las carreteras donde se advierte a los conductores que tal o cual lugar es paso de osos, a fin de que disminuyan su velocidad para no tener la desdicha de atropellar a alguno. Terminado su agasajo, la avisada madre que supo hallar comida para sus hijuelos se retiró con ellos parsimoniosamente sin siquiera una señal de agradecimiento para quienes pusimos a su disposición ese condumio. Parece ser que ahora hay más osos que Oxxos. En algunas casas situadas en las alturas de los cerros que limitan por el sur a la zona metropolitana de Monterrey, los osos nadan jubilosamente en las piscinas de las residencias cuando el calor aprieta. Tomadas las debidas precauciones podemos convivir con el hermano oso, y no sufrir el remordimiento de haber acabado con él como hemos acabado con otras especies animales que sólo se conocen ya por añejas fotografías. En mi niñez vi los extensos llanos cercanos a este pueblo de sonoro nombre, San Antonio de las Alazanas, en la Sierra de Arteaga, Coahuila, poblados por cientos de miles de perritos llaneros. Han desaparecido por completo, y con ellos la variada fauna de coyotes, gatos monteses, halcones, águilas y gavilanes y otros predadores que formaban parte de aquel hábitat. Ahora aquellas graciosas criaturas son especímenes de zoológico, y apenas si se encontrará alguna pequeña colonia que de milagro sobrevive todavía. Terribles, temibles predadores somos los humanos. E insensatos: no nos damos cuenta de que al acabar con nuestro entorno estamos acabando con nosotros mismos... Dos parejas de casados, amigos entre sí, ocuparon sendos bungalows en un hotel de playa. Una noche se hallaban cenando en el restorán del hotel cuando se apagó la luz. Se fueron a sus respectivas habitaciones. Antes de meterse a la cama, uno de los maridos se arrodilló en medio de la oscuridad al pie del lecho y empezó a recitar en silencio sus oraciones de la noche, devoto ejercicio que le tomó más de 15 minutos. En eso volvió la luz y el hombre se dio cuenta, espantado, de que la mujer que estaba en la habitación no era la suya. "¡Voy por mi esposa!" -exclamó lleno de alarma. "Demasiado tarde -le dijo la mujer-. Mi marido no reza"... FIN.