'He pretendido ser muy clara'
Silvia Isabel Gámez
Cd. de México (03 noviembre 2014) .-00:00 hrs
Atravesada por los años, gozosa, Dolores Castro afirma: "Cuanto más vivo, más me gusta la vida". "A eso debería uno dedicarse", insiste, "a decir lo hermosa que es la vida".
Ríe la poeta cuando recuerda su niñez. "Era muy atarantada, siempre estaba en las nubes".
Nació en Aguascalientes, de ahí la familia partió a Zacatecas y después al Distrito Federal. Llegó a Las Lomas "cuando no era elegante", disfrutaba los campos floridos y empaparse en los aguaceros.
Heredó de sus padres la fuerza de voluntad: aprendió a patinar a los 6 años, sin hacer caso a los golpes, y ahora, ya vieja, aunque le duela el cuerpo, va y viene por su casa de Lomas de Sotelo. Vuelve a reír cuando suena, potente, su "timbre para sordos". Agradece tener la memoria intacta y le pide a Dios conservar la lucidez.
"De niña era soñadora. Me gustaba contemplar, porque es más que ver. Es ejercer la capacidad de juicio, desarrollar la imaginación, y tratar de encontrar el corazón de una persona".
De Lolita, sus amigos dicen que la poesía "vive en ella".
Recién casada, eran tantas las obligaciones que veía volar a los pájaros y pensaba en cómo sería tener alas. "Después, ya nunca me volví a sentir así, ahogada".
A sus 91 años, se le quiebra la voz al recordar a su marido, el periodista y poeta Javier Peñalosa (1921-1977), padre de sus siete hijos. Su muerte es lo más difícil, lo más ingrato que le ha tocado vivir. "No me podía consolar". Tanto dolía que llegó a olvidar la fecha en que murió. "Se me borró, porque... ¡ay, ay, ay!".
Como testimonio de su pena compuso la Elegía para Javier Peñalosa: "Yo traspaso los días / como agujeros. / Tragando lágrimas / me alimento". Al fallecer su marido, toda la familia quedó a su cargo. "Empecé a trabajar aquí y allá, en todas partes, y me sirvió. De eso no me quejo, pero de su muerte sí".
Y es que era genial, de veras, afirma. "Era mejor poeta que yo", asegura la galardonada con el Premio Nacional de Ciencias y Artes. En 1968, cuenta, Peñalosa defendió a los estudiantes desde la página editorial del Excélsior que dirigía Julio Scherer.
"Era muy valiente, yo no. Cuando hay que decir la verdad, la digo, pero odio todo lo que sea batalla, muerte. Yo he visto todo, y creo que la violencia es inaceptable. Ninguna revolución acaba consiguiendo lo que pidió en un inicio. ¿Dónde está la justicia social?".
Sus temas son la fugacidad de la vida, el amor, la naturaleza, Dios. Así le llegan los poemas: "En primer lugar, es algo que casi me abruma, de orden sensitivo, a veces por la mañana al abrir los ojos, o ahora que soy vieja, a medianoche. Surge una imagen inicial, y de ahí se desprende lo demás. ¿Qué he pretendido? Ser clara, lo cual no es fácil".
Prefiere los sustantivos a los adjetivos, y el verbo al sustantivo. En sus poemas ha buscado expresar una verdad con intensidad, desde lo más hondo.
"Eso se logra leyendo, escribiendo y viviendo. En ese orden", dice. "Si uno no adquiere experiencia al leer y al vivir, lo que escribe es superficial, y yo a eso le huyo".
Estudió al mismo tiempo Derecho, y Letras y Literatura Española en la UNAM. "Por fortuna", nunca ejerció como abogada. "Creo que me sirvió estudiar leyes, porque es todo lo que los hombres han soñado para que exista un estado de derecho, de justicia, de humanidad. Y eso me gustaba".
En 1949 comenzó a impartir clases, y ese mismo año apareció su primer poema en la revista América, de la SEP: El corazón transfigurado, al que siguieron poemarios como Cantares de vela, Soles, Qué es lo vivido, Tornasol, Oleajes.
"Escogí el verso libre porque cada quien escribe de acuerdo con su época. Yo no quería hacerlo como ayer ni como antier, sino como hoy".
Algo le duele al aire (2011) es un libro de piedad. Una obra dolorosa sobre la sangre derramada, la danza de la muerte, la tropa que dispara. "Sé que no ha de triunfar el mal, / no puede / equipararse con el bien, / y por su propio peso el mal caerá. / ¿Encima / de nosotros?".
"No he querido escribir ni hablar mucho de lo que está ocurriendo, porque ni siquiera lo acabo de entender. Alguien tendrá que hacerlo, pero yo, ya no".
Se refiere a Tlatlaya, a Ayotzinapa. "En México, oficialmente no hay pena de muerte. Pero existe, es grupal y sin juicio. Eso no lo acepto ni lo puedo digerir".
Hasta que muera será de izquierda. Ha sido, y sigue siendo, aclara, crítica del PRI. Como católica, no cree en la muerte absoluta, pero tampoco es capaz de imaginar qué puede haber más allá de la vida.
"Tengo muy desarrollada la esperanza. A veces digo que la fe se bambolea, pero la esperanza no. Sé que es un absurdo, pero así es".