OPINIÓN

El argumento de acabar con la impunidad no es sino el pretexto de AMLO para apoderarse del único poder capaz de plantarle cara

Fin

Jorge Volpi EN MURAL

3 MIN 30 SEG

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
México: país de ficción. A lo largo de siete décadas, el partido de la Revolución -con sus distintas denominaciones- alumbró una democracia imaginaria. En el papel, se salvaguardaban las garantías individuales, la división de poderes, las elecciones con varios candidatos, la justicia y la equidad. Todo ello entreverado con un orgulloso discurso nacionalista, inagotables llamados a la soberanía popular y un rechazo tajante al pasado. En los hechos, el régimen perseguía un objetivo muy distinto: repartir y defender los privilegios de las nuevas élites al interior de un partido hegemónico que controlaba todas las instituciones. La oposición era prácticamente inexistente y, detrás del discurso progresista, se parapetaba un espíritu netamente conservador. Ello no implicaba que no hubiese mecanismos de ascenso social o iniciativas para articular un precario estado de bienestar, pero siempre a través de una estructura piramidal que no consentía la disidencia.