OPINIÓN

Estatismo

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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"¿Tienen pantaletas espiritistas?". La pregunta de la bella mujer dejó en suspenso a la dueña de la tienda de ropa íntima para dama. "No, señorita -respondió-. No conocemos ese tipo de prendas". La atractiva fémina dio las gracias y se marchó. La tendera le preguntó a una de sus dependientas: "¿Por qué buscará esa mujer pantaletas espiritistas?". Respondió la asistente. "Ha de pensar que tiene unas nalgas del otro mundo"... El comisario del Partido interrogó al campesino ruso: "Si tuvieras dos tractores, ¿le regalarías uno al camarada Stalin para que lo hiciera llegar a otro campesino que no tuviera tractor?". "Sí" -respondió el hombre sin vacilar. "Si tuvieras dos casas, ¿le regalarías una al camarada Stalin para que la entregara a una familia más necesitada que la tuya?". "Sí". "Y si tuvieras dos vacas, ¿le regalarías una al camarada Stalin para que se la diera a un campesino que no tuviera vaca?". "No". "¿Por qué no?". "Porque dos vacas sí tengo"... ¿Egoísta era ese mujik? No. Simple y sencillamente era humano. Como todos los animales el hombre es gregario: no puede vivir sino en la compañía de sus congéneres. Los robinsones son imposibles, y quien hoy quisiera apartarse de su prójimo, a la manera de San Simeón el Estilita, iría a parar a un manicomio. Somos hombres sólo en la compañía de otros hombres. Humanos, quiero decir, a fin de no caer en el extremo de aquel rudo sujeto que decía: "Allá de donde yo vengo somos puros machos". Le contestó un pequeño señor: "Pues acá somos machos y hembras, y viera usted qué a gusto nos la pasamos". En tratándose de lo humano la absoluta soledad es utopía. Yo existo porque existes tú. Pero mucho ojo; el gregarismo no anula el individualismo. El hecho de que yo no pueda existir sin ti no suprime mi yo. Ante todo soy un individuo, y ninguna forma de organización social puede privarme de mi individualidad. Primero soy Pedro, Juan o Luis, y luego soy Rotario, miembro del Partido Partidista o cofrade del Señor del Gran Poder. Decir que la persona es la base de la sociedad es perogrullada. Cuando en aras del grupo se coarta la iniciativa particular y se suprimen las garantías individuales ese sistema político va directo al fracaso. Lo hemos visto con la caída del comunismo, del fascismo, de los regímenes totalitarios en general. Lo digo porque hoy por hoy un fantasma recorre nuestro país: el estatismo. Numerosas acciones del actual gobierno tienden a acotar a la empresa privada, a reimplantar los monopolios oficiales y a fortalecer la participación del Estado en la actividad económica con mengua de la iniciativa individual y aun de los derechos de la persona. Está comprobado hasta la saciedad que el Estado es pésimo empresario, pues su razón de ser está reñida con la de la empresa. Ésta busca obtener lucro, base fundamental de su supervivencia. El Estado, por el contrario, procura el bien común, lo cual no va acorde con el concepto de ganancia. En materia económica estamos retrocediendo a los tiempos del estatismo desbordado. La modernidad nos cobrará su precio. Yo ya manifesté mi modo de pensar, de modo que no me vayan a pedir mi aportación para pagarlo... Hacía más de 10 años que don Cucurulo no manejaba un coche. Su nieto llegó a presumirle el nuevo auto que había comprado. "Déjame probarlo" -le pidió el provecto señor. Con muchas reservas el muchacho le cedió el volante del vehículo. Para su sorpresa el veterano señor manejó con facilidad y eficiencia. "¡Qué bien conduces, abuelo! -lo felicitó el muchacho-. Pensé que ya se te había olvidado". "Hijo -contestó don Cucurulo-. Manejar es como coger: nunca se olvida"... FIN.