OPINIÓN

Espiritualidad objetiva

Carlos Gershenson EN MURAL

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Comúnmente la espiritualidad se asocia con la religión. Sin embargo, aunque todas las religiones son espirituales, no todas las espiritualidades son religiosas. También, se asocia a la espiritualidad con el misticismo, pero no es un requerimiento. De manera muy general, podemos decir que la espiritualidad trata de la parte intangible de la felicidad. Y todos queremos la felicidad, ¿verdad?

Cuando la ciencia moderna se empezó a propagar por Europa entre los siglos XVII y XVIII, chocó con la religión (judeocristiana). Este conflicto no se produjo tanto por las ideas en sí, sino por la diferencia en los métodos. Las iglesias de ese entonces eran dogmáticas: la palabra divina es incuestionable. Esto no es compatible con el método científico, que trata de comprobar las hipótesis de manera objetiva. El objetivismo se volvió un elemento central del pensamiento científico, ya que muchos argumentos teológicos, místicos, mágicos y mitológicos dependen más de la percepción de los fenómenos que de los fenómenos mismos. La única manera de encontrar la "verdad" fue la objetiva.

El problema es que al rechazar a las religiones dogmáticas, también se aventó por la ventana a la espiritualidad, ya que la ciencia de ese entonces no ofrecía ninguna alternativa objetiva para explicar los fenómenos relacionados con la felicidad. Se instaló en el pensamiento científico una visión materialista, la cual rechaza (todavía en algunos casos) la espiritualidad. Pero si no tenía las herramientas para estudiarla (ya tenemos varias), no quiere decir que al hablar de ella siempre sea charlatanería.

La palabra "espiritualidad" viene de espíritu, alma. Es complicado definirlos y por lo tanto estudiarlos. Entonces conviene de manera pragmática hablar más de mente y su bienestar. Se han estudiado en psicología, psiquiatría y ciencias cognitivas distintas maneras en las que podemos alcanzar un estado de felicidad, o bien las desviaciones de ese estado. Estas ciencias no pueden ser 100% objetivas, ya que la experiencia mental es por definición subjetiva. Pero aunque no logremos encontrar "leyes" como en la física, se ha acumulado evidencia sobre métodos que contribuyen a la felicidad. No importa que la mente no sea material, podemos verla como información.

En tradiciones orientales, particularmente en distintas corrientes de Budismo, se desarrollaron métodos que buscan la felicidad. Algunas de estas técnicas de meditación se han extraído de su contexto místico y aplicado en la vida cotidiana. Tal vez el ejemplo más popular es lo que se conoce como "mindfulness" (atención plena). Desde los setenta se han usado técnicas de meditación para fomentar la atención y la concentración. No siempre podemos decir que hacemos las cosas de manera consciente. Aún menos que somos conscientes de nuestra consciencia. No tenemos el hábito de que nuestra mente se observe a sí misma.

Hay distintos sabores de mindfulness que se han aplicado en distintos contextos (escuelas, hospitales, prisiones, parlamentos), con distintos grados de éxito, pero en general los resultados han sido positivos: al desarrollar la atención y la concentración, se reduce el estrés, depresión, ansiedad, conflictos y más. También ha sido útil para el tratamiento de adicciones, bajar de peso, envejecimiento sano, etcétera. Hasta hay relojes inteligentes que te sugieren cada día unos momentos de atención en la respiración, una práctica de mindfulness.

Se promueve el deporte porque es benéfico para el cuerpo. ¿Qué pasa con los ejercicios benéficos para la mente? Así como hay muchos deportes con distintos beneficios, hay también distintas técnicas que tienen diversos beneficios mentales: en la concentración, la calma, el manejo de emociones, la empatía, la felicidad, etcétera. Podemos ver que desarrollar estas habilidades mentales es deseable tanto para los individuos como para las sociedades. ¿Por qué es tan difícil promoverlos? En parte porque es relativamente reciente, en parte porque todavía no hemos encontrado la mejor manera de propagarlos.

Hay un enorme potencial para mejorar los sistemas educativo y laboral. No nos caería mal un poco más de ejercicio mental (al igual que físico). ¿De qué tipo? Sólo hay una manera de averiguarlo: probar distintas opciones y evaluar cuáles son más apropiadas en su contexto.