En lugar de presentar un plan de emergencia ante la crisis del coronavirus, López Obrador se miró en el espejo y aplaudió lo que vio ahí. No marcó un mapa de ruta distinto, alterado por la recesión que viene; insistió en andar por el camino recorrido que solo la ahondará. No enunció lo que debía hacer; ensalzó lo que presume se ha hecho. En vez de reinventarse, decidió alabarse. No se movió; tan sólo se acicaló. Frente a un patio vacío, un fiel reflejo de su aislamiento intelectual, reveló los pecados que terminarán golpeando a su gobierno y lastimando al país: la soberbia, el orgullo. La obcecación que -según Von Clausewitz-es una falla de temperamento; un tipo especial de egoísmo que exige genuflexión a los demás. Y eso es lo que ha logrado el Presidente con su plan no-plan: colocar a México de rodillas.
Denise Dresser es politóloga, escritora, columnista y activista. Coordinó el libro "Gritos y Susurros: Experiencias Intempestivas de Mujeres". Ganó el Premio Nacional de Periodismo en 2010. Su último libro es "El País de Uno. Reflexiones para entender y cambiar a México".