OPINIÓN

Mi respuesta habría podido ser otra: el sostenido deleite de pasear por las plazas comerciales

Espejismos

NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL

4 MIN 30 SEG

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
Hace poco me salió el video de una turista estadounidense que declaraba su asombro por la belleza de los centros comerciales en México, concretamente en Guadalajara. Con un entusiasmo que al principio podía parecer excesivo, mientras grababa su recorrido por varias plazas que cualquier tapatío podrá reconocer, celebraba los empeños arquitectónicos invertidos en enriquecer la experiencia de los visitantes, la ambientación, la iluminación, incluso la disposición y el surtido de las mercancías en las tiendas departamentales. Esa admiración estaba motivada en buena medida por el hecho de que los malls en Estados Unidos son, frecuentemente, cajones desalmados e inhóspitos, construcciones utilitarias y horrendas concebidas sólo para amontonar en su interior los comercios y sin intenciones de propiciar ningún goce estético o vivencias placenteras más allá del comprar y, si acaso, el comer, según afirmaba la americana -ya no se les dice así a los vecinos del norte, creo que desde que se firmó el Tratado de Libre Comercio y eso hizo que prestáramos más atención a las formas de nombrarnos y nombrar a los socios: también dejaron de usarse términos como "gabacho" y "yanqui", si bien "gringo" prevaleció, con toda su carga de rencorcillo y antipatía-.