Al menos por una noche: que el mundo, su apetito voraz y su egoísmo insaciable escondan los colmillos; que se apacigüen los instintos de la bestia de mil rostros que vomita política hedionda, que se detenga el acecho del delincuente, del violento, del que extorsiona, del que secuestra, del asesino y sus jaurías; que la ferocidad de las desapariciones pierda por completo el aliento. Que se acalambre la garra de los miedos que azotan a la oscuridad de los callejones y a la flaqueza de los bolsillos.