Dice una canción que "amar y querer no es igual", que "amar es sufrir" -en el sentido de asumir las responsabilidades implícitas en el compromiso adquirido en una relación- y que "querer es gozar" -en el sentido de solo buscar la ventaja y el placer fácil-. Si validáramos las definiciones simples de esta popular canción tendríamos que reconocer que los asuntos de Cupido son más "carbones" que bonitos y que la línea que separa al amar del querer es, además de difícil de cruzar: imprecisa, difusa y convenientemente invisible a los ojos de quienes solo desean "querer". Hay otras muchas líneas imprecisas y vagas entre parejas de términos que se tocan o traslapan, por ejemplo entre la genialidad y la locura, lo exótico y lo vulgar, lo alegre y lo ruidoso, lo amable y lo adulador, el piropo entusiasta en contraste con el acoso camuflado y, por supuesto: entre lo moralmente correcto y lo legalmente fundado.