OPINIÓN

El suegro de Kathryn

Guadalupe Loaeza EN MURAL

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Nunca conocí a Antonieta Rivas Mercado, sin embargo sí conocí muy bien a su hijo Donald y a su nuera, Kathryn S. Blair. Tampoco conocí a Albert Blair, quien se casara con Antonieta el 27 de julio de 1918. Albert vino a México a pelear en la Revolución, pero sobre todo, a apoyar a sus amigos de la Universidad de Michigan, los hermanos Madero. Antonieta tenía 18 años cuando conoció a Albert en una fiesta de Evaristo Madero. Para entonces ella ya había vivido en París, había leído muchos libros y hablaba tres idiomas. Aunque Albert, un hombre conservador y de ideas fijas, participaba en la vida política, no aprobaba del todo algunas amistades de su esposa, especialmente la de Diego Rivera. Para evitar este tipo de encuentros, el matrimonio, con su hijo de dos años, decidió irse al rancho de los Madero, en Coahuila. Mientras tanto Antonieta hacía como que era feliz, cuando en realidad se aburría como una ostra, lo único que quería era regresar, con su hijo, a la casa paterna, la misma que está, toda restaurada, en la calle Héroes 45. A su regreso a la ciudad, Albert le rogaba que volviera, pero ella lo único que quería era obtener la custodia de su hijo. A pesar de que ambos habían contribuido al desarrollo del fraccionamiento de Chapultepec Heights Company, el cual se convertiría en las Lomas de Chapultepec, y que juntos habían donado la escuela pública que hasta hoy está sobre Reforma 1125 y que juntos habían dado el nombre a las calles: Montes Urales, Everest, Altai, Pirineos, Alpes, etcétera, decidieron divorciarse.