La presidenta Sheinbaum debe reconocer en los dichos de Donald Trump los resortes de su propia voz. Los argumentos de la mexicana para defender y acelerar la reforma judicial, el desprecio de una apabullante evidencia que exigía reconsiderar una decisión que a su juicio tiene la marca inapelable de aprobación electoral, la facilidad con la que ella descarta la razón del otro como la voz ilegítima de un enemigo o como la pataleta de los derrotados tienen eco directo en el demagogo del norte. Tiene gracia que Sheinbaum pretenda convencer a Trump presentando datos e invocando súbitamente la racionalidad técnica cuando ha sido hermética a las fundadas advertencias de lo que significa la destrucción institucional en la que se ha empeñado. ¿De qué han servido los argumentos frente a la cerrazón ideológica? ¿Qué valor tienen los datos cuando gobierna la obsesión? ¿Qué efecto han tenido en ella las advertencias de expertos de aquí y de fuera sobre el impacto ruinoso de su proyecto de devastación constitucional? Para el voluntarismo populista el argumento técnico y el dato son nada.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.