OPINIÓN

El optimista

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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"¿Te gastaste 10 mil pesos en una sola noche? -le reclamó furiosa doña Macalota a don Chinguetas, su casquivano marido-. ¡Eres un irresponsable, un sinvergüenza, un gran estúpido, un bribón!". Replicó mansamente don Chinguetas: "Para ti es fácil decir eso. No bebes, no juegas al póquer, y tienes tus propias pompas"... Se ha dicho que las universidades de Estados Unidos son un estadio de futbol americano con algunas escuelas alrededor. El coach de un equipo colegial se preocupó al saber que su jugador estrella había reprobado Matemáticas, y por eso no podría seguir jugando. Habló con el presidente de la universidad y le dijo que sin ese jugador no podrían ganar el campeonato. El presidente hizo llamar al profesor de la materia y le pidió que le pusiera otro examen al muchacho. Quizá en esta ocasión aprobaría la asignatura. El maestro supo que si el jugador salía del equipo él saldría de la universidad. Así, le aplicó un segundo examen en presencia del coach: "Dime: ¿cuántas son 5 por 2?". El futbolista pensó largamente, contó a ocultas con los dedos y luego aventuró la respuesta: "10". El coach se angustió: "¡El muchacho está nervioso, maestro! ¡Por favor, dele otra oportunidad!"... La conciencia es esa vocecita interior que te dice que alguien puede enterarse. Facilda acudió a la consulta del doctor Duerf, siquiatra, y le dijo que padecía un irrefrenable impulso que la llevaba a entregarse a cualquier hombre, y aun a varios en el mismo día. Luego sentía grandes remordimientos de conciencia. "Es usted una erotómana" -diagnosticó el analista. "Apúnteme la palabreja -le pidió Facilda-. A mí me dicen otra con bastantes menos letras". Prosiguió el doctor Duerf: "Pienso que en cien sesiones semanales de 2 mil pesos cada una podré quitarle ese impulso de libídine". "No quiero que me quite el impulso -le aclaró Facilda-. Lo que quiero es que me quite los remordimientos"... El nieto mayor de don Languidio fue a visitar a su abuelo. La mañana era de las más frías del invierno. Soplaba el cierzo y caía la nieve; el termómetro del coche marcaba 10 grados Celsius bajo cero. Cuál no sería entonces la sorpresa -y la alarma- del muchacho cuando vio al maduro señor afuera de la casa, sentado en el pasto del jardín y sin ropa alguna de la cintura para abajo. "¡Abuelo! -le dijo consternado-. ¿Qué haces aquí, en el frío suelo, bajo la nieve, temblando de frío y sin calzón ni pantalón?". Con lamentoso acento explicó don Languidio: "Ayer salí al jardín sin camiseta ni camisa y se me endureció el cuello. Esto es idea de tu abuela"... Candidiano era un optimista consumado. Para él todo estaba bien; creía vivir en el mejor de los mundos posibles. Aun los peores sucedidos lo dejaban impertérrito; ni las mayores calamidades alteraban su visión positiva de la vida. Ante un mal suceso decía siempre: "La cosa pudo haber estado peor". En cierta ocasión el gendarme de su barrio le dio una noticia deplorable. Sucedió que el día anterior, miércoles, al peluquero del pueblo le dolió fuertemente la cabeza. Cerró entonces la barbería y se fue a su casa a media mañana. Resultó que su esposa estaba en la cama con otro hombre. El peluquero tomó una pistola, mató a la mujer y al amante y luego se pegó un tiro en la cabeza. Candidiano escuchó la relación, impávido, y pronunció luego su acostumbrada frase: "La cosa pudo haber estado peor". "¿Cómo que pudo haber estado peor? -se escandalizó el gendarme-. Dos asesinatos y un suicidio ¿y todavía dice usted que la cosa pudo haber estado peor?". "Sí -confirmó Candidiano-. Si en vez de haberle dolido la cabeza al peluquero el miércoles le hubiera dolido el martes, yo ya no estaría aquí"... FIN.