El gran mentiroso
Guadalupe Loaeza EN MURAL
Una de las obsesiones de Federico Fellini eran las mujeres; mujeres de todo tipo: obesas, flacas, monstruosas, bigotudas, narigonas, enanas, jorobadas, prostitutas, sofisticadas, andróginas, horrendas y las bellísimas, como Anita Ekberg, su heroína en la película La dolce vita. La escena donde aparece la actriz sueca enfundada en un vestido negro de terciopelo bañándose en la Fuente de Trevi se convirtió en una de las imágenes más fellinianas de Fellini. Cuando se estrenó esta película, en la que se nos muestra una sociedad corrompida y en completa decadencia, hizo gran escándalo en Italia. No obstante las críticas, fue la película del director que obtuvo La Palma de Oro del Festival de Cannes. "El paisaje humano que nos muestra en movimiento es tanto la caricatura más terrible como la más grotesca de la sociedad de hombres", dice Jean-Marie Le Clézio. Sin duda la mujer que más obsesionó a Fellini fue Giulietta Masina, su musa y esposa por más de cincuenta años. Con ella hizo La Strada, Ginger y Fred, Las noches de Cabiria y Giulietta de los Espíritus.
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores