No nos extraña, aunque debería, que esa narrativa de logros tienda a centrarse en un solo hombre
El gestor cultural
NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL
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El papel de Raúl Padilla como impulsor de las más importantes iniciativas culturales en estas tierras es innegable: su empeño fue determinante para la existencia y la consolidación de la Feria Internacional del Libro, del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, del Centro Cultural Universitario, etcétera. Lo hemos oído una y otra vez, en las últimas semanas, cada que se hace el recuento prolijo de los logros de ese empeño. También, como se ha repetido, es difícil imaginar qué sería aquí eso que llamamos "cultura" si el Licenciado nunca se hubiera propuesto todo lo que se propuso. (Es una noción muy maleable, esa de "cultura", pero nos entendemos: referida a lo que cubre la égida de Padilla, es lo que pasa por ejemplo en la FIL, en el FICG, en el CCU, etcétera). No nos extraña, aunque debería, el hecho de que esa narrativa de empeño y logros tienda a centrarse en la figura de un solo hombre y vaya fabricando la leyenda de una vocación noble, visionaria, heroica incluso, cuyos frutos hemos de agradecer y celebrar sin reservas.