La corrupción que sirve al poder no tiene partido, no tiene color, en sus diferentes modalidades funciona como un instrumento para incrementar capital político, es decir, brinda fuerza y herramientas a quien dispone de ella o debilidad ante su ausencia. Nada nuevo bajo el Sol. Sin embargo, cuando la corrupción se vuelve un engranaje más de la forma de gobierno y miramos para otro lado, entonces, somos parte del problema. Ahí la tragedia.