El cineasta
Guadalupe Loaeza EN MURAL
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¿Cómo no escribir sobre el gran cineasta, guionista y escritor francés Bertrand Tavernier, muerto a los 79 años el pasado 25 de marzo? ¿Cómo no hablar de la erudición del cinéfilo francés, quien fuera una verdadera enciclopedia de historia, de literatura y de jazz? Sus "maîtres à penser" para temas históricos de algunas de sus películas eran Alejandro Dumas, Émile Zola, pero sobre todo, Victor Hugo. Alrededor del jazz sabía todo, de allí su película Round Midnight. ¿Cómo no referirse al director de 34 largometrajes, presidente del Instituto Lumière de Lyon, Francia, ganador del Oso de Berlín por L'Appât (1995) y el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia por toda su carrera? Cuántos méritos, éxitos, triunfos, gratificaciones y reconocimientos recibió este "director inmenso", cuya obra está llena de secretos, signos y códigos que tienen que ver con la vida, el amor y la condición humana. Era tan buen conversador Tavernier, que si una se lo encontraba en cualquier esquina de cualquier calle del mundo, en medio de un torrente de palabras, bien podía elogiar un asado de puerco con ciruelas pasas para enseguida hablar de los movimientos de cámara de Douglas Sirk, del alma de los poetas y terminar con Lyon, su ciudad natal, a la cual calificaba, con una sonrisa maliciosa: "ciudad de la bruma y de la mentira".
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores