Todo esto llamado Copa Oro ha sido como un programa de concursos. De esos de pruebas escurridizas que adoran los programadores de televisión donde cualquier despiste o error te aleja del premio mayor. De esos que, con música dramática y planos cerrados al concursante para verlo sudar, generan un alto rating aún cuando el objetivo es acomodar vasos en forma de pirámide o soplarle a pelotitas de ping pong en una tabla inclinada.