Es tan angustiante para todos los ciudadanos la inseguridad que padecemos que si el diablo se ofreciera para resolverlo, lo aceptaríamos encantados. Es tanta la superioridad de la delincuencia sobre los órganos de seguridad, además de la desconfianza en cuanto a su honorabilidad, que se acepta como último recurso la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior.