OPINIÓN

La suerte es parte constitutiva de la existencia, un factor que jamás debemos desdeñar

Dos Hidalgos

NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL

5 MIN 00 SEG

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
Gracias a la tiktokera @gingerale_tonic (Virginia Arenas, o Gin), el otro día me enteré de que el Hidalgo de la Plaza de la Liberación es en realidad el segundo, pues antes hubo otro, desde la inauguración de ese espacio y hasta unos veintitrés años después. El que conocemos, atribuido al escultor Santiago Flores, desplazó al primero, cuya autoría no está clara -dice Gin que posiblemente fue obra de Ignacio Díaz Morales, autor de la Cruz de Plazas a la que pertenece la Plaza de la Liberación, y también, en complicidad con el desorbitado gobernador González Gallo, el destructor más tenaz del patrimonio en Guadalajara, que arrasó con siglos de construcciones para abrirles cancha a sus nunca muy brillantes ideas y aun así es venerado de modo casi unánime por muchos hijos de esta tierra olvidadiza y cuachalota (todo esto ya no lo dice Gin, sino que lo digo yo)-. Era, aquel primer Hidalgo, una figura lamentable, contrahecha y mal proporcionada, risible sobre todo por su expresión, como con puchero (Gin dice: "Parece que sus papás son hermanos"), y la sociedad tapatía tuvo que soportarlo hasta que, de repente, como suele pasar aquí, fue removido para poner el de Flores, que se desgañita o parece rugir, clama al cielo y alza los brazos poderosos que han roto las cadenas de la esclavitud, está dando un paso al frente, desafiante y encendido, y aunque no precisamente hermoso, sí es preferible al otro, que acabó desterrado en el Parque de la Liberación, o El Deán, donde será siempre más difícil toparse con su fealdad.