OPINIÓN

Dos derrotados

Denise Dresser EN MURAL

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Qué incomodidad presenciar a López Obrador aplaudiéndole a Trump. Qué desasosiego escuchar al Presidente de todos los mexicanos alabar a quien lleva cuatro años insultándolos, persiguiéndolos y maltratándolos. Qué desconcierto ver a la izquierda nacionalista justificar la exaltación al blanco supremacista. Y peor aún, ver la construcción de una narrativa gubernamental celebrando la reunión en la Casa Blanca como el triunfo de la diplomacia, cuando el "éxito" está definido en función de lo que no pasó. No se pelearon. No se recriminaron. Podría haber sido peor, insisten quienes ya colocaron la vara de medición de la relación bilateral al ras del suelo. Pero el respeto mutuo profesado está lejos de erigir a AMLO en un estadista, o de convertir una relación de subordinación en un romance duradero. Ambos consiguieron lo que querían, pero es incierto que el affair de una noche vaya a ser algo para conmemorar.