Se fue otro año y con él, esperanzas que se realizaron, otras que se frustraron y otras que siguen pendientes. Los señores del poder -los formales y los no formales- no despliegan banderas, siguen en pie de lucha. Frente a los grandes problemas no llegan a acuerdos, saben que los grandes temas de la sociedad no son sólo responsabilidades, son además oportunidades de rentabilidad política o económica en lo que más les interesa su beneficio personal que sumar esfuerzos en beneficio de la sociedad. Se conocen, se disputan lo mismo: el poder, y no lo pueden tener todos. En su confrontación minimizarán los aciertos y cualidades del adversario y maximizarán sus errores y defectos. Se conocen, no se tienen confianza. Los caminos hacia el entendimiento los han sembrado de piedras y espinas y los acuerdos están condicionados al reparto del botín y todos creen merecer más de lo que les corresponde. Si su preocupación fuera el interés del país sería más fácil, pero no, ellos tienen otras prioridades.