En mi casa tenemos la fortuna de tener un gran librero formado por libros del ayer, algunos propiedad tanto de mis abuelos como de sus abuelos, y otros más recientes, surtidos por el repartidor de Amazon. Ahí encuentras antiguas ediciones de clásicos y múltiples tomos enciclopédicos. Desde chico me gustaba indagar en este mítico espacio, especialmente buscando antiguas anotaciones, cartas, dedicaciones, fotos, billetes y gajos del ayer. Éste, sentía yo, era mi diálogo personal con mis antepasados. Hace unas semanas, en esa rutinaria aventura de indagación, me crucé con un pequeño libro de pasta dura, que instantáneamente me transportaba a mi infancia, y resulta que a la de mi papá también. Tenía en mis manos el cuento infantil "Jorge el Curioso anda en bicicleta", escrito por H.A. Ray. Parecía ya tenía sus años, pero no mostraba una fecha exacta, indicaba que fue publicado en 1952 y que era la séptima edición impresa. Pero la revelación se encontraba en la primera página con un mayúsculo mensaje en tinta roja que decía: "Propiedad del Colegio Americano de Monterrey", y con evidentemente otra pluma se aclaraba "¡Y de Fernando Padilla también!" (mi padre). Es decir, ésta era una edición que mi papá rentó en la biblioteca de su escuela primaria y nunca regresó. Un noble sistema de confianza, quebrado y grafiteado por mi papá en sus años de primaria. El sujeto en cuestión no recordó su móvil delictivo, lo niega a toda costa.
Analista financiero, con un alto interés por el trasfondo de lo ordinario y cotidiano.