Desde siempre el arte de la pintura sobre el cuerpo ha sido un potente grito de libertad; toque personalizado que identifica, familiariza o agremia; rito encarnado que reza o conmemora; colorido talismán que invoca deseos o milagros; atavío adherido a la piel que camufla secretos, evoca misterios o atrae voluntades al carnaval que representa.