Para beneplácito de unos y preocupación de otros concluyó la primera fase procesal del juicio de García Luna. Uno de los más felices debe ser el diputado Fernández Noroña: nos quedó grabado en la memoria aquella comparecencia del entonces secretario de Seguridad en la Cámara de Diputados en la que el legislador a medio metro de distancia lo tildó de delincuente y asesino. El resultado del juicio le está dando la razón. Otro que estaría feliz debería ser López Obrador por sus fobias hacia Felipe Calderón de no haber surgido en el juicio el nombre de un cercano colaborador como receptor de una fuerte cantidad de dinero proveniente del narco para financiar su campaña, tanto que pretende demandar por daño moral a César Castro, abogado de García Luna, por su declaración hecha ante prensa extranjera. Si el juez ha dado crédito a delincuentes por imputaciones hechas al inculpado se corre el riesgo de que también se haga a otros señalados; desde luego, de ser cierto, como en los casos de Bejarano y Carlos Imaz, señores de las ligas, desde luego, sabe AMLO que contará con la discreción de sus aliados y como en esos casos, a pesar de lo obvio de su responsabilidad quedará libre de culpa. De no haber sido señalado contaría sin perturbaciones con un arma muy valiosa contra su odiado enemigo, sin excluir a su nada estimado Vicente Fox en cuyo gobierno también colaboró García Luna.