En 1720 llegaron a Guadalajara monjas de Puebla, Agustinas, ¡otra vez!, a ocupar el convento de la Encarnación de Indios construido por iniciativa del P. Feliciano Pimentel, SJ, en predio limitado por las calles actuales de Santa Mónica, González Ortega, San Felipe y Reforma. Esas dos manzanas albergaban templo, convento y la obligada huerta que se pusieron bajo la tutela de Santa Mónica, madre de San Agustín.