La comprensión de la Constitución como un espacio de conquista ha sido, paradójicamente, la principal causa del fracaso de los proyectos políticos que han intentado apropiarse de ella. Así lo muestra la historia de, al menos, las constituciones de 1824, 1857 y 1917. En contraste, los proyectos de cambio constitucional que han perdurado han sido aquellos construidos sobre amplios consensos, como el de 1977, las reformas electorales de los años 90 o las reformas de 2011 en materia de derechos humanos.