Imagino que se necesita un vehículo enorme, una camioneta de caja abierta quizá, un tráiler con caja térmica. Se carga a brazo limpio el peso de lo que alguna vez fue vivo, o se coloca en carretillas como carga pesada. Se usan guantes y mascarilla, equipo de protección, o se tiene contacto con fluidos y materia en descomposición. Se recorre la ciudad con ellos a cuestas, conduciendo como si nada entre calles y avenidas con la radio encendida sintonizando la canción de moda. Se les apila uno sobre otro o quizá se les da trato digno. Se les refrigera para preservar lo que quede de evidencia o se les deja ahí, amontonados, esperando su turno. Se utilizan tijeras para abrir las bolsas, hay mesas de acero inoxidable, bidones con químicos fortísimos para desinfectar superficies y mitigar olores, guantes para tocar sin tocar, instrumental quirúrgico desconocido, fichas, reactivos, hisopos, cámara fotográfica y una computadora encendida las 24 horas con un teclado borroso y desgastado de tanto usarse para llenar archivos rutinarios: torso masculino, extremidad inferior con tatuaje de ancla, brazo correspondiente a femenino y demás frases que dan cuenta de un inventario de cadáveres.
Sofía Orozco
Es tapatía, chef repostera por casualidad y periodiquera por afición. Desde una perspectiva ciudadana, analiza y critica lo cotidiano.