OPINIÓN

Qué satisfacción fue contemplar mi obra, a pesar de acabar todo mojado y pringoso: la vida volvía a fluir y Nacho sonreiría desde el cielo

Como Nacho

NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL

5 MIN 00 SEG

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Hace poco se murió Nacho, un muy buen tipo, amable siempre, paciente, de buen humor en su bici traqueteadona pero invencible, y además la prueba viviente de que no hay gente que no sea insustituible. Es una estupidez que a menudo se oye referida al empleo: cuida tu trabajo, ponte la camiseta, haz tu mejor esfuerzo porque nadie es indispensable. Y la traducción es que todos somos prescindibles, desechables, intercambiables y, en suma, irrelevantes. Pero es falso, y sobre todo en casos como el de Nacho, que se dedicaba a repararlo todo y cuya ausencia es, irónicamente, imposible de reparar. Es cierto que a veces quedaba en venir y no llegaba, o echaba vueltas de más porque no se había traído la segueta o una bomba o una Stilson, o el cemento blanco o el sellador y ya había cerrado la tlapalería. "¿Qué pues, Nacho? Nos dejaste esperando", lo sorprendía cuando emprendía la fuga, ya montado en la bici. "Ey, no, ¡mañana vuelvo!". Y no volvía o sí volvía, pero siempre acababa cumpliendo y las cosas volvían a funcionar.