OPINIÓN

Cochinero 2.0

Denise Dresser EN MURAL

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Un año desde la elección de Andrés Manuel López Obrador. Doce meses de una sacudida obligada pero con efectos cuestionables. El Presidente celebrará cuantos recursos ha entregado, cuantos programas ha inaugurado, a cuantas personas ha beneficiado. Hablará de la corrupción que está combatiendo, los privilegios que está desmantelando, la austeridad republicana que inauguró. Algunos le creerán, otros no. Pero es probable que lo más trascendental de los últimos tiempos no esté en el centro de la atención. El "cambio de régimen" que impulsa el Presidente está basado en la violación sistemática a la ley. Está construido sobre el desdén cotidiano a la normatividad. López Obrador considera el andamiaje legal como un estorbo, una exigencia conservadora, un remanente de gobiernos corruptos que lo manipulaban a su antojo. Dirá que el Estado de Derecho estaba chueco, y por lo tanto se vale ignorar sus imperativos. Argumentará que quienes le piden obedecer la ley son los primeros que han avalado torcerla en el pasado. Y tendrá razón. En México la ley ha sido utilizada para proteger a los poderosos y empalar a los débiles; ha sido manipulada con fines políticos y desenvainada con objetivos partidistas. Pero AMLO fue llegó al poder declarando "al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie".