Bastó con el primer paso para derretir la bola de incertidumbre generada por interminables listas de preparativos y la mortificación de tener los calcetines correctos. El camino me dio la bienvenida con un abrazo de neblina y una flecha amarilla indicando el comienzo de mi peregrinaje por el Camino de Santiago. Mi punto de partida fue O Cebreiro, a 165 kilómetros de los restos del apóstol Santiago. Comencé en el estado correcto de un peregrino, sin saber mucho y esperando poco.