La conocí en 1972 cuando asistimos en Manchester, Inglaterra, a un congreso. En la recepción, el discurso estuvo a cargo de Margaret Thatcher, a pesar de que el primer ministro era Edward Heath, y debió haberle impresionado la seguridad y elegancia de la oradora -quien más tarde sería primer ministro. Su participación en las mesas de trabajo fue con un gran interés, lo que presagiaba una gran vocación política. En tiempos del machismo, su actitud no reflejaba en ningún momento complejo de inferioridad, lo que sería un rasgo consistente de su personalidad.