Por más sinceramente que impongamos adjetivos a la realidad, ésta acaba a su vez imponiéndose sobre nuestras ilusiones
Arte de magia
NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL
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Ahora que se dio a conocer el nombramiento de la colonia Americana como "barrio mágico", me he acordado de un amiguito de la familia cuya mamá afirmaba con toda convicción que era un "niño mágico": iluminado y luminoso, dotado con talentos varios, dulce, encantador, según ella, y además como bendecido con un aura o una vibra o alguna energía sobrenatural que lo hacía una especie de pequeña deidad poderosa, de voluntad incuestionable y lleno de clarividencia y sabiduría. A nosotros, más bien, se nos hacía que estaba tontito, y que todas las virtudes que su pobre madre le alababa no eran sino manifestaciones de su naturaleza caprichuda, taimada, enfadosa y sangrona. Un escuincle antipático y malcriado. Pues lo cierto es que, por más sinceramente que impongamos adjetivos a la realidad, ésta acaba imponiéndose a su vez sobre nuestras vanas ilusiones, y que no por decir que algo es mágico se verá limpio de defectos y taras.