OPINIÓN

Antiinmigrante

Genaro Lozano EN MURAL

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AGRIGENTO.- Para miles de inmigrantes africanos, las islas italianas de Pantelleria y Lampedusa son las puertas de entrada a Europa. Poco más de 100 kilómetros separan a estas islas de las costas tunecinas y por esa distancia cientos de personas están dispuestas a jugarse la vida en barcas inflables, pagando a quienes ofrecen un "cruce seguro", así como información falsa de que las autoridades italianas les darán refugio. Lamentablemente, esas dos puertas se están cerrando.

Apenas en 2013 el panorama parecía más alentador. Italia era gobernada por una coalición liderada por el Partido Democrático, de centro izquierda, y el entonces primer ministro, Enrico Letta, mandó una señal de apertura al nombrar a Cécile Kyenge como la primer mujer nacida en África en ser ministra y también la primer persona negra en integrarse al gabinete italiano.

Originaria de la República Democrática del Congo, Kyenge emigró a Italia en los años ochenta con una beca para estudiar medicina. Treinta años después, ya como ciudadana italiana, entró a la política y ocupó el cargo de ministra de la Integración por poco menos de un año. Su misión era coordinar las políticas de asimilación por parte de inmigrantes y ahí intentó infructuosamente cambiar las reglas de naturalización y ciudadanía para hacerlas más incluyentes. El Ministerio desapareció en 2014 en medio de un cambio de gobierno y del fortalecimiento de vientos nacionalistas que llegaron a Italia y que Kyenge conoce bien porque sus redes sociales siempre están llenas de comentarios racistas y antiinmigrantes.

Hoy Kyenge ya no está en el gobierno ni tampoco Letta y el escenario político ha cambiado radicalmente. En estos seis años, la ultraderecha conservadora, escéptica de la Unión Europea y con una postura dura ante la inmigración ha avanzado en Italia y nadie representa este cambio como Matteo Salvini, el actual viceprimer ministro y ministro del Interior, emanado de la otrora separatista Liga del Norte. Salvini llegó hace un año al cargo con la promesa de reducir la inmigración ilegal y su arranque como encargado de la política de seguridad y migratoria fue polémico al declarar que "Sicilia no puede ser el campo de prófugos de Europa" y que "Túnez no siempre manda lo mejor de su gente, sino que manda a ex reos", causando una crisis diplomática entre Italia y Túnez al inicio de su gestión.

A pocas semanas de asumir el cargo, el ministro emitió el llamado decreto Salvini por el cual reformó la política del derecho de asilo y ciudadanía, así como las leyes de seguridad pública y las de los bienes confiscados a la mafia italiana. En dicho decreto la migración es considerada un tema de seguridad, en lugar de humanitario, y va de la mano con el crimen organizado.

En los hechos, Salvini hizo que sea mucho más difícil para quienes huyen de violencia, persecución política o religiosa pedir ayuda humanitaria al gobierno italiano o solicitar asilo político o la condición de refugiado. Al mismo tiempo, Salvini ha exigido al gobierno tunecino que "haga más" por detener a los traficantes de personas que cobran dinero a quienes desean cruzar el Mediterráneo a bordo de pequeñas barcas inflables. Y Túnez a su vez ha cedido ante las presiones del que ya muchos llaman el "Trump italiano".

Italia está cerrando las puertas de entrada a Europa y causando un conflicto diplomático con la Alemania de Angela Merkel. Recientemente Carola Rackete, la joven capitana de un barco de una organización humanitaria que rescata a inmigrantes africanos en alta mar, desafió a Salvini, al atracar en Lampedusa con 42 náufragos. Rackete y los inmigrantes fueron encarcelados por la policía italiana, ella fue liberada y la polémica continúa en Italia.

Esto ocurre en Italia, mientras que México cede a las presiones de Estados Unidos para que la Guardia Nacional detenga a inmigrantes centroamericanos que buscan cruzar la frontera. Soplan vientos antiinmigrantes en el mundo. Son tiempos difíciles para los defensores de derechos humanos.