OPINIÓN

Ante todo, Calidad

Francisco Javier González EN MURAL

MIN SEG

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Lo peor que se puede sufrir en el mundo competitivo es darse cuenta de que no alcanza a veces ni para meter las manos; que pese a sentirse capaz y bien preparado para un examen importante, a la primera pregunta difícil las piernas empiezan a flaquear y el pulso a brincar como saltamontes.

El fin de semana tuvo dos ejemplos de ello.

El primero, en el Clásico que el Planeta Tierra ha adoptado como suyo: Real Madrid, mejor que en ningún otro día desde el 2008, recibía al Barcelona con la mayor posibilidad de vencerlo desde que Mourinho llegó al cargo.

La ventaja matemática, jugar en casa, tener la mejor fase de grupos de Champions League y haber marcado un gol a los 21 segundos de haberse iniciado el duelo, daban a entender que los Merengues recuperarían parte de lo que les ha quitado la historia reciente: la superioridad sobre todos los demás. Pero todo cae por su propio peso.

El segundo tiempo en el Bernabéu volvió a hacer calabaza el elegante carruaje blanco del primero. El Barcelona volvió a tocar la pelota como los propios ángeles no sabrían hacerlo. Se repartió el terreno, hizo pequeña le pelota, resistió los embates sucios del impotente adversario y aliado aun a algunos accidentes del juego para definir el gol definitivo que inclinó la balanza, se alzó como el equipo que es capaz de jugar mejor que nadie en el planeta.

Tras la exhibición de uno y otro lado, no hay muchos argumentos que valgan en la causa perdedora. La calidad del victorioso fue tan espléndida que solo le quedará reconocer y admirar sus virtudes, poco susceptibles de copia porque esa manera de jugar necesita además de cartera y talento, tiempo para lograrlo.

El Madrid, comprometido con su historia, supo de nuevo que la dinastía blaugrana está vigente e intacta.

La Final del Futbol Mexicano ofreció otra visión.

Santos Laguna, fiero ante las adversidades, ofreció el tirón dramático que le hacía falta a una Final que parecía decidida desde el jueves.

Pese a la decisión de Marco Rodríguez al expulsar a Osvaldo, hubo imprudencia del arquero al arriesgar una salida volteando la cara del fuego. Como la tuvo Juan Pablo en la ida o Baloy en la roja que buscó sin contemplaciones cuando se le tiró a Lucas Lobos sobre la banda. Si el árbitro cometió errores, Santos acumuló varios más.

Hay motivos para agradecer a los laguneros su fiereza, dignidad y reacciones ante lo que le sucedió en ambos partidos. Son equipo grande.

Pero eso no debe confundirse con la superioridad de los Tigres, que pese a las anécdotas del camino siempre fueron mejores. Tanto, que con el rival desfondado terminaron echando cohetes antes de que terminara el partido.

Dominador de lo suyo y solvente casi al cien, casi no dejó meter las manos a los rivales. Al campeón nada se le puede reclamar.

fjgonzalez@mural.com