Enrique Alfaro es uno de los gobernadores más poderosos que ha tenido el estado. Desde la época de los gobernadores priistas ningún inquilino de Casa Jalisco había controlado todos los hilos del poder político. El gobernador no tiene contrapesos ni controles democráticos, aunque enfrente una realidad adversa que dificulta la gobernabilidad del estado. Acaso más por razones circunstanciales que meritorias, lo cierto es que Alfaro se ha reposicionado al final de su mandato, aunque su popularidad no se corresponda con su poder.