OPINIÓN
Roberto Gómez Junco EN MURAL
MIN SEG
Todo parece indicar que a las "cartas" de los jugadores, supuestamente erradicadas hace varios años por la FIFA, las han suplido los largos contratos con sus específicas "cláusulas de rescisión".
Si antes un futbolista pertenecía por completo a determinado equipo sólo porque en algún momento le había firmado dicha carta sin saber a ciencia cierta lo que firmaba (si era requisito para debutar en Primera División, cualquiera firmaba casi casi sin ver lo que le pusieran enfrente), ahora es solamente el contrato lo que legaliza esa pertenencia.
Para proteger sus propios intereses, los de pantalón largo encontraron por ejemplo eso de los "derechos de formación", y cuando éstos no aplican, optan por los contratos durante varios torneos y no sólo durante un año. Por no hablar del "pacto de cuatreros", que en el futbol mexicano les permite a los dirigentes, entre otras cosas, seguir tratando a los jugadores como simple ganado.
Claro que esos contratos de más larga vigencia también le brindan cierta protección al futbolista, pero en términos generales siguen siendo los dueños del balón los que llevan las de ganar.
Por eso llama la atención el caso de Humberto Suazo, por el nivel de este jugador, pero también porque no es muy común que los futbolistas se mantengan así de firmes en la defensa de sus intereses, o en este caso específico, en la defensa de lo que el futbolista desea: salir del equipo.
Ciertamente debe cumplirse con el contrato que se firme, pero en el futbol nadie ni nada garantiza que después de determinado tiempo alguna de las partes ya no esté tan convencida de continuar con la relación como lo estaba cuando dicho contrato se firmó.
Cuando eso sucede, cuando el beneficio ya no es recíproco en la misma medida, cuando el jugador ya no está a gusto en el equipo o éste no lo está con su desempeño, debe aparecer en ambos lados la necesaria sensatez para solucionar el asunto, para lo cual a veces debe prescindirse del cómodo pero quizá costoso criterio de aplicar a rajatabla lo que el contrato diga.
Más allá del simple dinero, no debe Suazo olvidar todo lo que le debe al Monterrey, pero tampoco debe el Monterrey olvidar todo lo que le debe a Suazo.
Si tanto el jugador como la directiva se acuerdan y lo aquilatan, podrán dar el primer paso para evitar lo que ahora se presenta como un conflicto en el que nadie gana y ambos pierden... con el jugador como máximo derrotado.
Porque así de contraproducentes pueden resultar a veces los alargados contratos.
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