A lo largo de casi dos años ha sido muy útil prestar atención al comportamiento de la comunidad universitaria
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NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL
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El viernes, la Universidad de Guadalajara informó que a partir de mañana todo su personal administrativo y académico, así como todo su alumnado, regresará a las actividades presenciales. (Déjà vu: al leer este anuncio, recordé el tiempo épico y espeluznante, a mediados de los ochenta, en que los preparatorianos de la UdeG debíamos ir un día de la semana a Belenes, supuestamente a hacer trabajo comunitario, aunque el propósito real era impartirnos adoctrinamiento marxista -acabábamos haciéndonos patos, jugando futbol, tocando guitarra, viendo películas o echando novio-. El caso es que recordé cómo, para llegar, miles teníamos que amontonarnos desde la madrugada en Pedro Loza y Garibaldi, de donde salía la Ruta 107, y embutirnos en los camiones para recorrer todo Ávila Camacho a velocidades delirantes, a veces -si uno no alcanzaba a embutirse- colgando del estribo o de la mochila de alguien más. Cuando oigo que todo tiempo pasado fue mejor, me basta recordar cosas así para descreerlo automáticamente).