Hoy, 9 de diciembre celebramos 20 años de la convención en la que fue creado el "Día Internacional contra la Corrupción", con el iluso objetivo de frenar -¿y acaso eliminar?- los actos de corrupción en todos los países miembros. ¿Será posible establecer una celebración mundial más débil, triste, idealista y aparentemente inútil? ¿Será creíble que una conmemoración decretada por la ONU pueda hacer mella en los intrincados y nauseabundos tejidos de la corrupción que corroe a gran número de instituciones en muchos países como México?, ¿o sería peor ignorar el problema y ni siquiera contar con este día para recordarle al mundo la enfermedad que padece?